Caputo en campaña (la propia), Karina no es lo que era y Milei cada vez más bilardista

Cristina habla de Braden y Milei, de los comunistas. Es el túnel del tiempo. ¿Cómo entra Caputo al Gabinete y cómo quedará Karina?

A gobernar se aprende con la práctica. Milei rechazó cualquier consejo de que debía construir consensos para poder avanzar y ahora, en problemas, sigue a su ídolo Bilardo: ordenó a toda su tropa colgarse del travesaño. Dijo: “Un buen resultado para esta elección es conseguir un tercio en el Congreso”.

Conseguir un tercio es otra forma de decir: hay que asegurar que el kirchnerismo no nos trabe más DNU o invente cosas peores. La racha de generar encanto y confianza se le ha terminado. Tiene que remarla desde atrás con los mercados y con los aliados que dejaron de serlo porque en vez de cuidarlos y negociar con ellos se dedicó a pelear con ellos. Está forzado a recapitular, soltar lastre y preguntarse qué tiene que hacer igual y qué diferente. ¿Qué tiene en la cabeza? Nadie lo sabe.

Milei piensa más en esos cambios posteriores al domingo que en la campaña, que termina hablando un poco de la herencia del kirchnerismo y mucho de los tuits y los dólares que vienen desde Washington y que intentan alcanzar una tranquilidad que hasta ahora han logrado sólo en parte. Los anuncios y la ayuda de Trump no le traerán votos pero evitarán que pierda votos.

En la otra vereda, el peronismo decidió no hacer casi campaña. Sólo escraches a Milei, pese a que el escrache es siempre una expresión fascista, y exprimir el escándalo Espert. Dejó que las peleas entre los libertarios hagan el resto. Al lado de los libertarios, los peronistas parecen hoy ñoños republicanos.

Para no olvidar cómo son de verdad, miremos rápido qué pasa en Santa Cruz, el patio trasero del kirchnerismo. Por ley, llevaron de 5 a 9 los miembros de la Corte. Dos de los nuevos jueces juraron ante el presidente del Tribunal, Daniel Mariani, pero los cuatro restantes se rebelaron. Declararon nulo el proceso y nombraron su propio presidente. Ahora hay como dos cortes en una: la legal y la kirchnerista, donde uno de los cuatro jueces, Fernando Basanta, íntimo amigo de Máximo Kirchner, fue suspendido, recusado por la Asociación de Abogados porque no cumple los requisitos para el cargo. Nada que sorprenda. ¿Cuándo el kirchnerismo respetó las reglas? Y si hiciera falta algo más, ahí está, pendiente, el escándalo del Procurador Eduardo Sosa, al que Kirchner echó y se negó a reponerlo pese a una orden de la Corte Suprema de la Nación. Al enemigo, ni Justicia.

Comentario al margen: Cristina habló de Braden (Bessent) o Perón (¡pasaron 80 años!) y Milei reflotó el fantasma comunista. ¿No hay nadie que les tire alguna idea? Volvamos al tema de la semana: la negociación con Trump. Milei llevó a Washington dos delegaciones, la que él mismo encabezó y otra, del súper asesor Santiago Caputo, que fue por las suyas y no participó salvo para criticar por X. Los libertarios son gente rara, y en eso se parecen a la gente de Trump, que llevó a Infantino, el jefe de la FIFA, a Gaza.

Como si les faltaran problemas, los tuiteros de Caputo se dedicaron a bardear al canciller Werthein porque Trump se había confundido con nuestra elección. La historia fue más o menos así: después de una reunión reservada, Trump permitió que entren periodistas. La charla fue absorbida por Medio Oriente, de donde él acababa de llegar y de lo que quería hablar. Lo que dijo sobre Milei sólo importó por el fallido electoral, que circuló enseguida y hundió los bonos, sin que Milei ni sus ministros se enteraran: seguían reunidos con Trump y tenían apagados los teléfonos. Pidieron a la Casa Blanca una aclaración y consiguieron que Trump volviera a tuitear, pero el daño estaba hecho. El tuitero en jefe Gordo Dan culpó a Werthein y Werthein, indignado, se quejó ante Milei. Milei le pidió que lo bancara hasta la elección.

Lo más bizarro había sido la presentación de Barry Bennett, que no es Bessent aunque suene parecido, como asesor de Trump. Por lo que se sabe, es su jefe, el empresario Robert Citrone, fundador del fondo Discovery, quien tiene enchufes. Bennett trabajó en las primarias del 2016 con Ben Carson, una especie de Obama republicano que se bajó de la carrera presidencial. Bennett entonces se dedicó a conseguir el apoyo de sus delegados para Trump. Caputo le armó a Bennet reuniones con periodistas y una cumbre con jefes de tres fuerzas políticas (Ritondo, Pichetto y De Loredo) para que Bennett les diga que él, Caputo, debe ir al gabinete. Bennett trabaja, como lobbysta, para Tactic Global, una empresa contratada por la SIDE, que depende de Caputo.

Detrás de todo hay una pelea por negocios y otra por el poder, que en el fondo son una misma pelea. La inmediata es por el control del gabinete. Dos cosas están claras. Una es que cambiará la política del vamos por todo que impulsó la hermana Karina con los primos Menem. Fue una política infantil: pedir a diputados y senadores que los apoyaran mientras enfrentaban electoralmente a sus gobernadores.

También está claro que habrá, al menos, tres bajas en el gabinete: Bullrich, Petri y el vocero Adorni, que son candidatos. La pregunta del millón es qué silla ocupará Caputo. ¿La de Francos? El jefe de los ministros está fastidiado porque Caputo, a través del Gordo Dan, lo acusa de ser “un viejo que no representa la ideología del gobierno”. ¿Cuál es ideología del Gobierno? ¿Se viene un giro hacia la ultraderecha? Si no es jefe de gabinete, ¿Caputo dependerá de Milei, como Adorni y el jefe de la SIDE?

Sin nombrarlo, Francos le dijo al asesor Caputo que “es hora de que se haga cargo de las cosas que dice”. Francos es un tipo serio que pertenece al mundo donde mantener el buen trato con los que piensan distinto y hacer acuerdos siguen siendo recomendados. Qué hará Karina es la otra pregunta clave. La hermana de Milei, que apoya a Francos, mantiene silencio. Está en modo sacrificio: sabe que su hermano la necesita y también necesita a Caputo.

Cualquiera sea el jefe de gobierno, el objetivo será el mismo: armar una coalición para sostener la gobernabilidad, como reclaman en Estados Unidos. Trump marca la agenda económica y también la política. Los cambios dependerán del resultado del domingo, que dirán si los dos años que le quedan a Milei serán para profundizar las reformas o para sobrevivir. Una cosa es segura: nada será igual.

Fuente: Clarín