El Pity Martínez se despidió de River con una ovación y dos buenos goles

Si cantan, saltan, se abrazan y gritan el cuarto gol ante Kashima Antlers como si enfrente estuviera Real Madrid. Si despellejan sus gargantas cuando le pelota se corporiza en una luna bajo el cielo de Abu Dhabi y baja mansa en la red. Hay una razón ajena a este partido casi de carácter amistoso, a ese tercer puesto que dispensará un premio consuelo. Y tiene que ver con ese jugador emblemáticoen el ciclo más exitoso de todos los tiempos. Con ese volante de carne y hueso que ahora es un bronce en la galería de ídolos riverplatenses. La gente que llegó desde Argentina delira. Él, también.

El Pity Martínez. Qué loco que está.

El estribillo, el que nació después de otra actuación consagratoria en la Bombonera y se hizo viral, vuelve a endulzar los oídos del volante nacido en Guaymallén. Se escuchó por primera vez tras el golazo a Boca del 23 de septiembre por la Superliga. Se repitió en el Santiago Bernabéu, inmediatamente después de esa corrida que terminó en un gol inolvidable y que tranquilamente podría haber sido ambientada por Vangelis, autor de Carrozas de fuego.

Dejó su marca Gonzalo Nicolás Martínez. Llegó por 40 millones de pesos, se vendió por 585 millones. El negocio de banda roja es mucho más redondo si se repara en la producción de este crack que ganó nueve títulos en tres años. Y que se convirtió en el enemigo público número uno de Boca. Sus goles memorables, en los últimos dos partidos por el campeonato doméstico, en la Supercopa Argentina y en la Libertadores, nada menos, lo elevaron a la condición de prócer moderno.

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