¿ESTÁ PREPARADA LA ARGENTINA DE MILEI PARA OTRA GUERRA DE IMPACTO GLOBAL?

Al Presidente le toca conducir un país desesperado por salir del modo supervivencia en un mundo inflamable; la política exterior será un arma imprescindible y desafiante

Inés Capdevila

La última vez que una invasión disparó un enfrentamiento entre dos Estados, la Argentina se estremeció por todos lados: por la economía, por la diplomacia, por la política. No fue hace mucho, apenas dos años. ¿Está preparada esta Argentina de economía agónica, escasos recursos y nuevo gobierno para soportar los remezones de otra guerra de impacto global? El mundo no sabe aún si el ataque de Irán a Israel es una respuesta controlada de un régimen con insuficiente capacidad para un conflicto abierto con su mayor enemigo o si es el capítulo inicial de una guerra total en Medio Oriente.

Pero aun si fuera el primero de los escenarios, el resto del planeta tiene demasiados conflictos con potencial de convertirse en guerras totales, muchos más de los que había cuando el presidente ruso, Vladimir Putin, invadió Ucrania.

El presidente ruso, Vladimir Putin, en un ejercicio en Torzhok, región de Tver. (Mikhail Metzel, Sputnik, Kremlin Pool via AP)

El presidente ruso, Vladimir Putin, en un ejercicio en Torzhok, región de Tver. (Mikhail Metzel, Sputnik, Kremlin Pool via AP)Mikhail Metzel

 

Por un lado, Putin advierte a la OTAN sobre una conflagración abierta y el presidente francés, Emmanuel Macron, sugiere a los europeos que una guerra con Rusia es posible. En el estrecho de Taiwán y en el Mar del Sur de China, las provocaciones, en la forma de incursiones aéreas, crecen y alimentan las pesadillas de cómo sería la guerra más temida de todas, una entre China y Estados Unidos.

1. Las frescas lecciones de Ucrania y las prioridades de la Argentina

La invasión de Rusia a Ucrania expuso la vulnerabilidad de una Argentina que se acerca y se aleja del resto del planeta a los tropezones. Y dejó enseñanzas –que también son heridas sin curar– para navegar un mundo en el que los conflictos se acumulan con pocas chances de resolución.

Primero desnudó una política exterior que, guiada por premisas ideológicas, apenas se tomaba el tiempo de estudiar el mundo de ese momento. ¿Quién puede olvidar la visita del entonces presidente Alberto Fernández al Kremlin para ofrecerle ser su “puerta de entrada a América Latina” tan solo 21 días antes de que las tropas rusas entraran en Ucrania…?

Alberto Fernández y Vladimir Putin, en Moscú. (Sergei Karpukhin\TASS via Getty Images)

Alberto Fernández y Vladimir Putin, en Moscú. (Sergei Karpukhin\TASS via Getty Images)Sergei Karpukhin – TASS

El timing y la sustancia de la propuesta de Fernández fueron tan desacertadas como inmediato fue el impacto de la invasión sobre la economía argentina. El precio de los cereales se disparó y el agro local festejó. Pero también comenzó su estampida el precio de la energía, en especial del gas y la Argentina tuvo que dejar de festejar. La falta de autonomía energética obligó al país a importar gas a precio récord. El déficit comercial provocado directamente por la invasión llegó, según un informe de 2023 del Ministerio de Economía, a más de 4900 millones de dólares.

Ese rojo para una nación a un paso de la quiebra es asfixiante. La Argentina lo descubrió al año siguiente, en 2023, cuando, ayudadas por una gestión económica electoralista y poco competente, la sequía y la casi total dependencia del país de las exportaciones agrícolas dejaron al país en la agonía.

En la diplomacia y en la economía argentinas, el impacto de la invasión rusa fue dolorosamente tangible. En la política, fue menos visible, pero también inquietante. Aun desde su lejanía, la guerra alimentó las fracturas ideológicas que polarizan a la Argentina y entorpecen su gobernabilidad casi hasta neutralizarla.

Un soldado ucraniano, en una posición camino a Kreminna, en la región de Donetsk. (AP/Alex Babenko)

Un soldado ucraniano, en una posición camino a Kreminna, en la región de Donetsk. (AP/Alex Babenko)Alex Babenko

 

En esa Argentina casi quebrada, dividida y paralizada, el enojo convirtió a Javier Milei en presidente. A él le toca ahora conducir entre las explosiones de un mundo inflamable a un país desesperado por salir del modo supervivencia. ¿Podrá? La política exterior será un arma imprescindible, pero también desafiante, más para un jefe de Estado abrazado a la altisonancia ideológica, pero urgido de resultados económicos rápidos.

2. ¿Preferencias ideológicas vs. necesidades económicas?

“La principal prioridad de la Argentina hoy es generar plata. Y las giras presidenciales de Milei están más ordenadas en torno a sus preferencias simbólicas y personales que a las necesidades económicas del país”, dice, en diálogo con LA NACION, Juan Negri, director de las carreras de Ciencia Política y Estudios Internacionales de la Universidad Di Tella.

Anoche esta política exterior basada en preferencias personales fue puesta brutal y rápidamente a prueba por el ataque al país al que Milei le prometió una alianza total por parte de su mayor enemigo, Irán.

Javier Milei, en el Muro de los Lamentos, durante su viaje de febrero último

Javier Milei, en el Muro de los Lamentos, durante su viaje de febrero últimoTélam

El primer destino exterior de Milei como presidente fue precisamente a Israel, blanco el 7 de octubre de la carnicería perpetrada por Hamas que llevó al gobierno de Benjamin Netanyahu a lanzar su ofensiva sobre Gaza para acabar con el grupo terrorista.

El Presidente voló a Israel alentado por su fervor espiritual y su “alineamiento con las ideas de Occidente” y, apenas arribar, anunció que la Argentina trasladaría su embajada a Jerusalén, como ya hicieron Estados Unidos, Honduras, Guatemala, Papúa Nueva Guinea y Kosovo.

Agregarle ideas y valores a una política exterior orientada a la economía no es inusual. Todo lo contrario, es parte de la historia de imperios, reinos, Estados. El problema es cuando esas ideas se asemejan más a un altavoz ideológico acrítico que elige ignorar los puntos oscuros, como Fernández hizo con Putin antes de la invasión a Ucrania.

En ese sentido, a qué Occidente se refiere Milei en su alineamiento total. Porque hay un Occidente que condena el fundamentalismo en cualquiera de sus versiones y que se abraza a la libertad tanto como él pero que también cuestiona la muerte de civiles, la hambruna y la destrucción que la ofensiva de Israel deja en Gaza.

3. El desafío inmediato: la seguridad

Los riesgos de una política exterior ideologizada son que un país sea relegado a la intrascendencia por sus malas decisiones diplomáticas o que se vea entrampado en el centro de los conflictos justo cuando menos lo necesita, entre otros.

El primer impacto de estar más cerca del centro simbólico del conflicto es en la seguridad. La guerra en Ucrania no alteró la seguridad en la Argentina como hoy ya sí se siente con la represalia de Irán contra Israel. Eso tal vez no tiene que ver tanto con la política exterior de Milei y sí con la historia de atentados del terrorismo islámico vinculado a Irán y a Hezbollah en la ciudad de Buenos Aires. La Justicia lo dejó bien en claro el jueves pasado con su fallo sobre el ataque a la AMIA.

El Presidente interrumpió su gira por Estados Unidos y Dinamarca precisamente por eso. Antes de volver, ordenó desde Miami reforzar la seguridad y formar un comité de crisis. Más allá del despliegue sobre sitios sensibles, en especial de la comunidad judía, el operativo de seguridad implica, en su parte menos visible, un desafío extra para la política exterior de un Milei que, en apenas meses de mandato, ya se peleó con varios colegas regionales,.

En la Triple Frontera, en los límites entre Colombia y Venezuela o en las rutas de tráfico que surcan América del Sur, los extremistas islámico operan en sociedad con grupos de crimen organizado cada vez más transnacionales, según especialistas y organismos locales e internacionales.

Esas bandas –como el brasileño Primer Comando Capital, el venezolano Tren de Aragua, el colombiano Clan del Golfo– son verdaderas multinacionales con negocios en el tráfico de armas, drogas y personas; en la tala y minería ilegal y en el lavado de dinero ya en cada país de América del Sur.

Su avance es paralelo a la falta de recursos eficaces y de cooperación entre los países, advierten los organismos internacionales, entre ellos el Banco Mundial, que, en un informe lapidario del jueves pasado, alertó sobre cómo la violencia reduce las posibilidades de crecimiento de la región (América latina tiene el 8% de la población global y el 30% de los homicidios cometidos en el mundo).

En esa decreciente cooperación, juegan precisamente las diplomacias presidenciales. “En la región hay hoy un mercado de insultos entre presidentes como hacía mucho que no se veía. La región está desfigurada y fragmentada”, dice, en diálogo con LA NACION, Federico Merke, director de la maestría de Política y Economía Internacional de la Universidad de San Andrés.

Elon Musk y Javier Milei, en su reciente encuentro en Estados Unidos

Elon Musk y Javier Milei, en su reciente encuentro en Estados UnidosPRESIDENCIA ARGENTINA – PRESIDENCIA ARGENTINA

La inteligencia y la seguridad suelen ser territorio de agencias y estructuras que van más allá de la relación entre mandatarios. Pero la diplomacia presidencial fluida aceita y refuerza esos mecanismos.

Milei apenas tiene hoy contacto con sus pares regionales. No es un problema exclusivo del mandatario argentino. Ninguno, desde Lula a otros, parece muy interesado en un diálogo destinado a atacar de manera conjunta el peor problema de la región, la violencia.

4. Chispazo o estallido: ¿dónde quedan la economía y sus urgencias?

Si la seguridad es la primera onda de choque del impacto global de la represalia iraní, la economía será el segundo. Para estimar cuán grande será, todavía resta ver hasta dónde llegará el ataque del régimen de los ayatollahs y si hay una respuesta de Israel.

Un sistema antimisiles opera después de que Irán lanzó drones y misiles hacia Israel, visto desde Ashkelon, Israel, el 14 de abril de 2024

Un sistema antimisiles opera después de que Irán lanzó drones y misiles hacia Israel, visto desde Ashkelon, Israel, el 14 de abril de 2024Amir Cohen – REUTERS

El petróleo comenzó a subir hace dos semanas ante dos escaladas que sugerían la ampliación de conflictos: por un lado, el ataque de Israel a la embajada iraní en Damasco y, por el otro, los bombardeos de Ucrania a refinerías rusas. Incluso si el ataque de Irán no deriva en una guerra abierta, el precio del crudo podría seguir en vilo y al alza.

“Es muy pronto para ver el alcance de la acción iraní pero ciertamente es un elemento más que escala el conflicto y crea incertidumbre. En lo económico esperar es más inestabilidad de precios de energía y por lo tanto un retroceso en los avances contra la inflación en los países europeos, por ejemplo. Mayor incertidumbre llevará a más cautela en las actividades de inversión. Ambos hechos tenderán a reducir el crecimiento y el comercio. Para la Argentina, que requiere del impulso externo es un hecho negativo en términos del regreso de la inversión y la necesidad de exportar más. Pero lo más importante para la Argentina es ordenarse y despejar dudas a los inversores potenciales”, dijo, en diálogo con LA NACION, Marcela Cristini, economista de FIEL y miembro del Consejo Argentino de Relaciones Internacionales (CARI).

La Argentina no tiene la dependencia del petróleo extranjero como la que tenía del gas en 2022. Pero un precio del petróleo local que trata de alcanzar al internacional, la inflación argentina podría tener una excusa más para crecer. Y Medio Oriente no es solo estratégico por su producción de crudo, lo es también por ser un paso central del comercio global.

Si el ataque eventualmente dispara una guerra abierta, el mundo volverá a desvelarse con los problemas de los que no logra deshacerse del todo desde la pandemia: cadenas de suministros trabadas, comercio encarecido, inflación recurrente, bajo crecimiento, malestar e impaciencia social. Ese diagnóstico, que debilita el bienestar de los países y su gobernabilidad, suele ensañarse con los países más vulnerables. Entre ellos, está la Argentina. Pasaron dos años del comienzo de la guerra en Ucrania, y la vulnerabilidad persiste, aun con nuevo presidente.

 

LA NACION