Pablo Tigani
Columna publicada originalmente en La Política Online
En un país donde los balances tiemblan, el déficit crece y el dólar se escapa, el gobierno eligió una estrategia tan insólita como reveladora; cambiar el Excel por el streaming. Alejandro Fantino, periodista devenido en vocero sentimental del régimen libertario, se convirtió en el nuevo canal del relato oficial. En un operativo de contención emocional, confesó haber charlado más de una hora con Caputo y repitió sin pudor los eslóganes libertarios. Hasta se le escaparon “mandriles” y “mandrilandia”, marcas registradas por la usina digital del Presidente.
Mientras el dólar oficial rompía la barrera de los $1.280 y el déficit externo superaba los U$S 5.190 millones en el primer trimestre, el gobierno no habló con el Fondo, ni con los gobernadores. Habló con Fantino. El relato se impone al ajuste, y la política económica ya no se anuncia, se actúa por TikTok.
Los números que Fantino no dijo
En los primeros cinco meses del año, el gasto primario aumentó un 4,6% real respecto al mismo período de 2024. Las transferencias a provincias, que el gobierno había ajustado con ferocidad, subieron 132,5% en términos reales: unos $580.000 millones (U$S 483 millones). El “Plan Platita” libertario existe. Solo cambió el guion, ahora se llama “corrección federal”.
¿Y el superávit? Una ilusión óptica. Solo en intereses de deuda devengados se acumulan $23,4 billones (7% del PBI), y con caja se llega a $27,8 billones, es decir, 8,3% del PBI. La motosierra, como la inflación, fue para otros.
La trampa monetaria
Entre marzo y junio, la base monetaria creció $5,08 billones, impulsada por la emisión necesaria para cubrir vencimientos. La fantasía de “emisión cero” estalló como todas las promesas de campaña. A pesar de la suba de encajes, los bancos se vieron forzados a desprenderse de títulos para sostener la liquidez. ¿La postal? Parecida a la de 2018, cuando el desarme de LEBACs derivó en corrida y megadevaluación. El libreto, incluso, es el mismo. El elenco, también.
El dólar no espera elecciones
El 7 de julio el dólar oficial rompió la defensa de los $1.200 y voló a $1.280. Ni U$S 2.000 millones en futuros pudieron contenerlo. La demanda de dólares por parte de personas humanas llegó a U$S 2.262 millones en mayo, niveles de 2017. El MULC sangra, el BCRA juega al escondite, y el mercado huele sangre.
El gobierno compra divisas en bloques de U$S 200 millones para que parezca que sobran. Pero faltan. No es economía. Es magia. Y mala.
2018 reloaded: las señales están todas
Déficits gemelos, desarme de deuda en pesos, caída de reservas, fuga minorista. La escena se repite. Pero esta vez, con menos crédito, más pobreza y un gobierno sin red.
El paralelismo con el macrismo no es casual. Es estructural. El mismo equipo, el mismo recetario. Solo que ahora, en vez de Dujovne, hay influencers. Y en vez de conferencias en el CCK, hay entrevistas entre amigos que duran una hora y se viralizan por WhatsApp.
La estrategia, hablar antes de que explote
La aparición de Fantino no es espontánea. Es un anticipo. Se ensaya el relato del futuro. Si todo estalla -el dólar, la inflación, la deuda- ya habrá culpables: “la casta”, “los gobernadores”, “los mercados”, “la herencia”, “el FMI”. Cualquiera menos ellos.
Morgan Stanley, JP Morgan y Barclays -que apoyaron este experimento- ya le soltaron la mano. Recomiendan no invertir ni prestar a Argentina hasta después de octubre. Saben que Milei juega al límite. Y Caputo ya no aguanta.
Octubre o el abismo
El oficialismo apuesta todo a las elecciones de medio término. Sueña con que una victoria baje el riesgo país y abra el crédito internacional. Pero hasta los pronósticos optimistas prevén una corrección del tipo de cambio a $1.500 o $1.700 tras los comicios. Y si el resultado es adverso, el mercado no esperará; vendrá la devaluación, el salto inflacionario y el ajuste verdadero.
En ese escenario, Caputo podría irse antes. Y la política monetaria quedaría en manos de la voluntad divina. O del algoritmo de Elon Musk.
Cuando se acaba el guion
El modelo libertario ya no se explica. Se actúa. A falta de indicadores positivos, el oficialismo se atrinchera en el discurso. Las tasas no bajan, la inflación no cede, el consumo se derrumba. Pero en la pantalla todo sigue bien. Hasta que alguien cambia de canal.
La historia argentina tiene olfato para las crisis. Y esta vez, la narración viene con subtítulos. Mientras el país camina al borde del abismo, el gobierno ensaya culpables. Porque cuando el relato es más importante que el presupuesto, el final nunca es feliz.
