Este avance busca responder a una necesidad urgente en América Latina, donde las tasas de enfermedades neurodegenerativas están aumentando drásticamente y los recursos diagnósticos son escasos y desiguales.
Ibáñez, director del Instituto Latinoamericano de Salud Cerebral (BrainLat) y referente en el Global Brain Health Institute (GBHI), tiene una larga trayectoria en el estudio de la demencia, tanto desde lo académico como lo personal. En 2010, ya consolidado como investigador, su padre fue diagnosticado con demencia, experiencia que lo marcó profundamente y reforzó su compromiso con el estudio de estas patologías. «Me tocó ser un muy mal cuidador de mi papá», reconoce, y resalta el impacto devastador de estas enfermedades, no solo en los pacientes, sino en todo su entorno familiar.
En este contexto, el diagnóstico temprano se vuelve clave, ya que permite optimizar los cuidados, preparar a las familias y mejorar la calidad de vida de los pacientes. Sin embargo, en Latinoamérica estos trastornos están subdiagnosticados debido a la falta de infraestructura y recursos comparables a los de Europa o Estados Unidos.
El sistema desarrollado por Ibáñez y su equipo utiliza redes neuronales artificiales entrenadas con imágenes cerebrales sin procesar (imágenes crudas de resonancias magnéticas). A través de visión computacional, la IA analiza pixel por pixel y aprende a distinguir patrones característicos de diferentes tipos de demencia, como la demencia frontotemporal, diferenciándolos incluso de personas sanas. Tras ser entrenado, el sistema puede predecir diagnósticos con alta precisión —alrededor del 98%— incluso en casos complejos donde se comparan diferentes patologías neurodegenerativas entre sí.
Un aspecto diferencial de este desarrollo es su capacidad para adaptarse a realidades regionales. A diferencia de otras herramientas basadas en datos de países del Norte global, que suelen fallar al aplicarse en el Sur global debido a diferencias tecnológicas y demográficas, este sistema fue diseñado para funcionar con imágenes obtenidas con resonadores menos avanzados, como los que se utilizan en países latinoamericanos. Además, no requiere del procesamiento previo de las imágenes, lo que lo hace más accesible y adaptable.
Este avance científico tiene el potencial de reducir brechas estructurales en salud, democratizando el acceso a diagnósticos precisos. En palabras de Ibáñez, “la investigación debe reflejar la diversidad en las culturas y condiciones”, y poder clasificar con precisión los subtipos de demencia en distintos contextos no solo impulsa la ciencia, sino que mejora la práctica clínica global.
