Malvinas: El desastre final de la dictadura

A 40 años de la Guerra de Malvinas, Carlos Fara analiza el contexto político y social de ese momento signado por una dictadura militar decadente.

Las circunstancias fueron bien claras. Una dictadura desgastada políticamente, que no había logrado ninguno de sus objetivos importantes, que estaba generando costos sociales palpables, que empezaba a filtrarse su desastre en materia de derechos humanos, y que había sufrido un autogolpe interno reemplazando a Viola por Galtieri, quedando en manos de un megalómano no tuvo mejor idea que tocar una de las fibras más íntimas de la argentinidad: la reivindicación de la soberanía sobre las Islas Malvinas.

La guerra fue el gesto desesperado por salvar al régimen y entronizar a su cara más visible: otro general como líder popular llenando una plaza. La historia solo duraría dos meses y medio. El shock fue terrible. Por primera vez el Ejército Argentino perdía una guerra, después de haber estado inactivo para esos menesteres durante un siglo.

Ese triste 14 de junio fue la muestra palmaria de una etapa de decadencia nacional. Las FF.AA. no sabían gobernar y tampoco sabían hacer la guerra a finales del siglo XX, en un clima de corrupción que se fue detectando cada vez más, a medida que la sociedad iba perdiendo el miedo.

Al ser un gesto desesperado, salieron a la luz todas las falencias de un país subdesarrollado: falta de modernización tecnológica; ausencia de planificación; subestimación de los riesgos militares, económicos, políticos e internacionales; fantasías sobre la oportunidad que daba el contexto geopolítico; relaciones exteriores amateurs; corrupción estatal por doquier; algunos oficiales de alto rango sin ningún compromiso patriótico; etc.

Visto a la distancia, con semejante combo no se podía esperar un resultado positivo, salvo que el adversario se equivocase profundamente.

Por supuesto, el boom inicial fue tan grande que no se podía esperar otra cosa que una alta reacción social favorable ante semejante hecho, lo cual traía alguna paradoja. Tres días antes había existido una importante movilización popular contra el régimen, motorizada por la CGT más combativa, la cual terminó con una represión clásica en la misma Plaza de Mayo, donde 36 horas más tarde se convocarían miles de ciudadanos para festejar la recuperación de las Islas. La dictadura no podía ser desafiada en sus narices y los líderes de la protesta fueron encarcelados.

Esos mismos líderes fueron liberados poco después y se sumaron a la algarabía popular por la gesta del 2 de abril. No solo eso, sino que poco después se suben al avión junto con muchos otros dirigentes políticos y sindicales para asistir a la asunción del nuevo gobernador, el general Mario Benjamín Menéndez.

Se da entonces la curiosidad de que los reprimidos pasaron en pocas horas a ser adherentes, al menos al objetivo de la recuperación. Pero hubo un dirigente político que no se subió al avión, que se la vio venir, y que fue crítico en la coyuntura: Raúl Alfonsín. ¿Afortunado o visionario? De un poco de cada cosa están hechos los líderes destinados a trascender.

El final lo conocemos. Entre aquella movilización del 30 de marzo y la derrota militar, la dictadura confirmó su descomposición y no le quedó otra que anunciar el regreso a la normalidad constitucional.

Opinión: Carlos Fara

29 Comments

Leave a Reply

Tu dirección de correo no será publicada.