MASSA SACA AL PERONISMO DE LA SOMBRA Y CUMPLIÓ SU FUNCIÓN DE PARTIR A LA OPOSICIÓN

Ricardo Roa

Del editor

Massa es el gran ganador sorpresa. No es el ganador de la presidencia porque habrá balotaje y otro período de incertidumbres lleno de certidumbres llenas de marketing. Asombra el número de Massa que desmiente, y no se sabe si para siempre, aquello de es la economía, estúpido. No lo es.

No lo es tampoco la corrupción. Podría ser: es la decadencia, estúpido, pero para profundizar en esa posibilidad habrá que esperar al balotaje. Siguió votando menos gente, en número significativo: fue el segundo porcentaje más bajo de ausentismo desde la recuperación de la democracia. Son millones, que no pueden expresar otra cosa que el rechazo creciente a la política, que puede haber dejado de encarnar Milei, ya miembro de la casta que estigmatizó.

El número de Massa es alto. Muy alto. Aunque sea el más bajo en la historia de las presidenciales del peronismo. Hasta ayer el récord era propiedad de Duhalde con su derrota frente a De la Rúa.

Y lo alto llama a lo alto. Saca al peronismo de la sombra en la que parecía haber entrado sin remedio. Lo revitaliza. Le da guión para su gran fuerza, el discurso. La oposición principal, Milei y Bullrich, suman arriba del 50 por ciento, cifra que supo ser propiedad no perpetua pero si repetida del peronismo.

El peronismo quedó a una veintena de puntos abajo de la suma, si ella fuera posible, factible, de la oposición. Lo de Massa bien puede ser catalogado de milagro. Pero más milagro político sería que Massa, el optimista que se confirma a sí mismo, gane el balotaje.

Se verá ahí si esta sorpresa de la neutralidad en los votos de la inflación, el dólar y la corrupción se repite o retorna lo que podría llamarse la normalidad: que el voto castigue al menos la ineptitud, como suele hacer con mayor crudeza por fuera del peronismo y sus variantes.

Al peronismo le funcionó el aparato del conurbano, le funcionó Kicillof, le funcionaron los intendentes. En la diferencia que sacó en Provincia se explica buena parte del triunfo del ministro-candidato. Parece un contrasentido si se pone sobre la mesa que el Conurbano tiene, por lejos, la pobreza más alta del país, medida por habitante: 6 millones de personas que no llegan a cubrir sus necesidades básicas. Es decir: el 47% de todos los habitantes de la provincia.

Decir pobreza es hablar de una canasta de productos esenciales, sobre todo alimentos, que se encareció 720% desde que la actual versión del kirchnerismo tomó el poder. Si prefiere, 170% desde que Massa tomó el ministerio de Economía.

A Massa le funcionó el plan platita. Y le funcionó el plan miedo. Unas pocas semanas atrás, Milei produjo también su milagro electoral y de tercero y lejos, pasó a primero y a seguro ganador, según otra vez las más o menos fallidas encuestas.

¿Seguirán las sorpresas en noviembre? Incombustible frente a la economía y por momento hasta desconociendo ser parte del gobierno, el ministro-candidato resultó todo lo contrario de Milei, quemado por su incorregible falta de aplomo, un par de despistes innecesarios como su ataque al Papa o su nunca aclarada fórmula mágica para la economía. Perdió puntos, pero los perdió más que nada frente a lo que se proyectó; si hasta hubo quienes lo supusieron ganador en primera vuelta.

Milei cumplió su función de partir la oposición. Lo hizo con eficacia. En la política, la real, no la de los comentarios sobre lo que debiera ser más que sobre lo que es. Usó el discurso base de Juntos, que empezó a desdibujarse con una interna desbordante en peleas por las candidaturas. Larreta, Morales y Yacobitti más de una vez parecieron más cercanos a Massa que a Macri. Y Macri por momentos pareció más cercano a Milei que a Larreta o, incluso, a su propio delfín, la Bullrich.

Ayer mismo, antes de las cifras, Cristina se desentendió, como Massa, de su propio gobierno. Se pueden suponer sonrisas de satisfacción en la intimidad, contrarias, por supuesto, al discurso público. Esto, en uno y en otro lado. Y eso repugna a una buena parte de la sociedad, que se abstiene de votar.

No es el peronismo el que deja de votar: Massa sumó más de un millón y medio de votos sobre los de las Paso. Bullrich perdió casi esa cantidad. Massa duplicó apuestas sin temor. Bullrich titubeó. Todo Juntos por el Cambio titubeó en lo nacional, conformándose con ganar provincias, que no es poco, vale y, que si la alianza no se parte, pueden hacer valer.

Pero, si antes la pregunta era adónde irían los votos peronistas si el balotaje fuera Milei-Bullrich, ahora la pregunta es adónde irán los votos de Juntos: si a Milei o Massa o al voto en blanco. Siempre queda esa gran duda sobre si el abstencionismo masivo vino para quedarse o es cosa más que nada del confuso momento político del país.

Un país que vota masivamente en Lomas, después del escándalo de corrupción de Insaurralde, la sucesión de Insaurralde: en el peronismo cada uno parece ser cada cual. En la oposición no pareciera ser así. Hoy estamos hablando de nombres y de nuevo hablando mucho menos o casi nada de planes. Y entre estos nombres hay otro ganador con una pobre gestión actual y una penosa anterior, costosa como ministro de Economía. Kicillof resistió en la provincia y le da al kirchnerismo casa y comida para ahora y más adelante. Lo opaca Massa, que resulta el gran ganador de ayer.

Milei perdió, pero es pérdida más que nada frente a expectativas. Hace unas semanas pocos pensaban que estaba en juego y hoy sigue jugando y sigue con expectativas. Bullrich perdió y aunque Juntos ganó provincias, no está del todo claro si las ganó la alianza, el radicalismo o más que nada los gobernadores elegidos. Cristina se desdibujó, por su desdibujado paso por el gobierno y porque Massa no es de los que dejan dibujar.

Macri puede creer que está en el fútbol, gambeteando, pero no pudo o no supo administrar la interna del Pro. Es uno de los grandes perdedores. Juntos no es como el peronismo que sabe crear jefes, al revés, suele perderlos.

Fuente: Clarin

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