Juan Carlos de Pablo
Un museo que no cobraba entrada decidió que cada visitante abonara $1. Al día siguiente algunos medios de comunicación titularon: ¡Tarifazo!, porque –en términos porcentuales– el aumento fue de ¡infinito!
Matemáticamente el cálculo es correcto, pero no sirve para entender. Aunque no tan exagerado, algo parecido está ocurriendo con la decisión de aumentar las tarifas de transporte por ómnibus y ferrocarril en el AMBA. En ambos casos, en términos porcentuales, las subas serían de 45%, como consecuencia de lo cual el boleto mínimo pasaría a costar $77, en el caso de los ómnibus, y de $45 en el de los trenes.
Los periodistas que califican esto de “tarifazo”, ¿ignoran que sus palabras se leen o escuchan en ciudades como Córdoba, Mar del Plata o Rosario, donde el viaje cuesta bastante más de $200? Nunca entendí por qué el anterior gobierno nacional, que tanta tirria les tenía a los porteños dejó las tarifas de transporte en niveles absurdos.
Más de un periodista afirma que en el AMBA con frecuencia se toman dos y hasta tres medios de transporte sucesivos, lo cual es cierto, pero multiplican por tres el impacto sobre los bolsillos de los pasajeros. ¿Puede ser que no sepan que, cuando se utilizan medios de transporte uno detrás del otro, el segundo viaje es mucho más barato y el tercero es prácticamente gratis?
El argumento de que los salarios no están aumentando no se puede esgrimir en el caso de esta modificación de las tarifas de transporte. Porque las actuales tarifas son tan ridículamente bajas que el salario real del trabajador argentino –medido en tarifas de transporte– debe ser de los mayores del mundo. Lástima que la gente tenga la mala costumbre de comprar otros bienes.
En el caso del servicio de transporte por ómnibus, junto a la actualización tarifaria es preciso modificar el sistema de subsidios. El cual, en la actualidad, subsidia al viaje, no al pasajero, generando un derroche visible: que en horas donde la demanda es máxima, uno pueda conseguir algún asiento libre.
La actual tecnología, basada en la tarjeta SUBE, permite corregir esto. Porque puede direccionar el subsidio de manera específica (jubilados, escolares, etc.) al tiempo que al resto de los pasajeros se les cobrará la tarifa plena. Cuando me vea utilizando un transporte público de pasajeros, a la luz de lo que digo, no se la agarre con mi mamá, que no tiene la culpa, sino conmigo.
Juan Carlos de Pablo
LA NACION