Titanic, el barco que sigue fascinando al mundo

El Titanic era el barco más majestuoso construido hasta entonces, de alguna manera un símbolo de las desigualdades sociales de principios del siglo XX.

A 110 años del hundimiento del Titanic, el barco de pasajeros más famoso del mundo, el que habían considerado «insumergible», sigue despertando fascinación de investigadores, escritores, músicos y cineastas.

El mítico transatlántico es objeto de subastas millonarias, museos y réplicas a tamaño real, así como escenario de mitos e historias difíciles de comprobar.

En la medianoche del 14 de abril de 1912, el Titanic chocó contra un iceberg a sólo cuatro días de haber zarpado del puerto inglés de Southampton y tras haber pasado por Cherbourg (Francia) y Queenstown (Irlanda) rumbo a Nueva York con 2.223 pasajeros, y se hundió a las 2.20 del día siguiente en las heladas aguas ubicadas a unos 500 kilómetros de la isla canadiense de Terranova.

En la cubierta del Titanic, el sobrecargo jefe Hugh McElroy y el capitán Edward Smith

En la catástrofe fallecieron más de 1.500 personas, entre ellas Edgard Andrew, nacido en Río Cuarto (Córdoba), cuya valija fue encontrada en el mar 90 años después con objetos personales bastante bien conservados y que es exhibida en distintos museos juntos con otras piezas halladas a partir de la expedición que localizó los restos del Titanic el 1 de setiembre de 1985.

Entre los más de 700 sobrevivientes también hubo una argentina, Violeta Constance Jessop, que había nacido en Bahía Blanca y era una de las pocas mujeres que formaban parte de la tripulación. Era camarera en unos de los salones de lujo de primera clase y logró salvarse en uno de los botes en virtud del código de emergencia que reza «las mujeres y niños primero».

La enfermera argentina Violeta Costance Jessop sobrevivió al naufragio

El Titanic fue diseñado por Bruce Ismay, presidente de la compañía White Star, y lord Perrie, presidente de los astilleros Harland & Wolff de Belfast, junto con los buques Olympic y Gigantic -luego llamado Britannic- para competir con la Cunard Line por la supremacía en los viajes transatlánticos.

Se construyó en dos años y desde sus orígenes tuvo una impronta legendaria: «Se convirtió en ‘el objeto móvil más grande jamás creado’, una mole de 270 metros de longitud y 53 de altura, con un peso neto de unas 46.328 toneladas, y que podía navegar a una velocidad máxima de 22,5 nudos (unos 42 kilómetros por hora) gracias a sus 55.000 caballos de fuerza motora, desplazando más de 50.000 toneladas de agua a su paso», recuerda National Geographic.

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Los principales millonarios de la época, por supuesto, se habían reservado un lugar en el lujoso barco. La leyenda indica que cuando el Titanic comenzó a hundirse, los músicos de la orquesta se ubicaron en el salón de primera clase para que los pasajeros mantuvieran la calma y no dejaron de tocar desde la cubierta hasta que ya el agua tapó todo.

La última melodía que ejecutaron, según se cree, fue «Nearer My God to Thee» (Más cerca de ti, mi Dios), pero nadie sobrevivió para corroborarlo.

Desde entonces, la leyenda del Titanic no hizo más que ir creciendo con innumerables documentales, libros, obras teatrales, canciones, historietas, referencias en la tira de los Simpsons e indudablemente películas, con el éxito de taquilla dirigida por Cameron y protagonizada por Leonardo Di Caprio y Kate Winslet con la emblemática voz de Celine Dion en la banda de sonido.

El cine y el Titanic

Desde el mismo hundimiento del Titanic, el cine se dedicó a recrearlo. Documentales, ficciones algunas de ellas insólitas, también con «inspiradas en» y hasta dibujos animados.

La más emblemática de todas las representaciones sigue siendo la película que dirigió James Cameron en 1997, que sigue ocupando un lugar clave en materia de recaudación: más de 2.202 millones de dólares.

Leonardo DiCaprio y Kate Winslett en

«Titanic» de Cameron se alzó nada menos que con 11 premios Oscar (algo que en Hollywood solo lograron «Ben Hur» y «El Señor de los Anillos») con una inversión de poco más de 200 millones de dólares.

«Saved From The Titanic», de Étienne Arnaud, una película muda de 1912 en la que Dorothy Gibson, sobreviviente real, que se interpreta a sí misma, presenta imágenes reales de los supervivientes del RMS Carpathia llegando a Nueva más otras del viaje inaugural del RMS Olympic (gemelo del Titanic, botado en 1910).

Tras el paréntesis de que significó el ascenso del nazismo en Europa, y ya iniciada la Segunda Guerra Mundial, el cine alemán propuso su propia versión, «La tragedia del Titanic» («Titanic»), estrenada en 1943, dirigida por Herbert Selpin que puso como centro de la historia la desesperación de la empresa que respaldó el transatlántico por lograr salir de la quiebra provocada por tan grande inversión, atravesando el océano en tiempo récord, sin importar el riesgo de miles de vidas.

Una década más tarde Hollywood sacó partido de la catástrofe a lo grande con «El hundimiento del Titanic» (1953), de Jean Negulesco, que toma a la nave como escenografía de un culebrón encabezado por Barbara Stanwyck. Ella huye con sus hijos de la vida disipada de su esposo adinerado sin imaginar que aquel hombre viajará con ellos con la intención de resolver la crisis familiar, sin imaginar que otra catástrofe está por ponerlos a prueba, y en serio.

Cinco años más tarde, nuevamente el cine estadounidense timoneaba la nave en «La última noche del Titanic» (1958), del ignoto Rod Ward Baker, con Kenneth Moore, Honor Blackman, un muy joven David McCallum (el Illya Kuryakin de «El agente de C.I.P.O.L.), Ronald Allen y Michael Goodliffe. Desde la perspectiva del segundo oficial, la trama expone la insuficiencia de botes salvavidas, que adapta el libro «Una noche para recordar», de Walter Lord.

Agotado el tema de los naufragios multitudinarios, catástrofes navieras y las historias de encuentros y desencuentros sobre la cubierta del Titanic, habrían de transcurrir década y media, para que Hollywood volviera esta vez con algo más de sofisticación técnica, pese a que todavía no existía ni la animación CGI ni muchos otras cuestiones de FX que el tiempo pondría a disposición de los cineastas. En «La aventura del Poseidón» (1972), la gigantesca escenografía del salón de fiestas da un giro de 180 grados.

Seis años más tarde habría de llegar «Más allá del Poseidón» (1979), de Irwin Allen, ya conocido por series de televisión como «El túnel del tiempo» y «Perdidos en el espacio» entre muchas más, esta vez con Michael Caine, Sally Field, Telly Savalas y Karl Malden. Un grupo de buscadores de un carguero emprenden la aventura de encontrar dinero, joyas y oro de la nave naufragada y terminan descubriendo no solo restos de aquella sino también a sobrevivientes.

En 1980 se conoció «Rescaten al Titanic», de Jay Jameson, un verdadero mamarracho con Jason Robards, según la novela de Clive Cussler. Un desastre en todo sentido: fracaso económico -costó 40 millones de dólares y recaudó solo 7- y la historia que toma una supuesta expedición estadounidense durante la Guerra Fría en busca de un valioso mineral que se creía podría estar depositado en sus bodegas y sirven para frenar misiles intercontinentales soviéticos.

El documental «Misterios del Titanic» (2003), también de James Cameron, relata en una hora, la aventura del cineasta que, con la ayuda de barco ruso, sale en busca de los restos del transatlántico y del acorazado alemán Bismark.

En 2005 la televisión volvió a la carga con una nueva versión de «La aventura del Poseidón», con un transatlántico all inclusive de muchas estrellas en el que viajan cuatro terroristas con dos explosivos. Finalmente en 2006 Wolfgang Petersen lanzó «Poseidón», con Kurt Russell, Richard Dreyfuss y la argentina Mia Maestro, que toma casi al pie de la letra el argumento de la original de casi tres décadas atras, pero con mucho más realismo, gracias a los efectos especiales.

La lista de propuestas realcionadas con el tema Titanic incluye dos auténticos bochornos con formato de dibujos animados de origen italiano pero en coproducción con España y Estados Unidos: «The Legend of Titanic» (1999), de Orlando Corradi y Kim j. Ok, y «Titanic: The Legend Goes On» (2000), de Camilo Teti, en donde, como era de esperar, aparecen algunos animalitos antropomórficos que viajan en la nave, y entre los que hay romance según guiones en extremo antiguos y básicos.

El cine catástrofe se renueva periodicamente pero la reposición del DVD, el cable y ahora las plataformas frenan esa costumbre del cine comercial de volver una y otra vez sobre lo que alguna vez funcionó.

El hecho de que Cameron haya podido reunir todo aquello que era necesario para ubicar a su obra en la gran historia del cine con estas improntas, dificulta que a alguien se le ocurra querer ir un paso más allá; no obstante siempre existe la posibilidad de que alguien quiera darlo. Habrá que tener un bote y un salvavidas a mano, no sea cosa que el iceberg nos tome por sorpresa.

Fuente: Télam.

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