Ricardo Roa
Mientras Milei pretende disimular que no está afiliado a la casta, la casta trata de disimular la corrupción, el grandísimo curro que acaba de saltar en la legislatura bonaerense (las minúsculas son a propósito). Una gigantesca tomadura de pelo al votante.
Vayamos primero al encastamiento sin excepciones que revela la cambalachera campaña electoral. Milei, que se autopercibe outsider, terminó encastándose hasta el cuello, por no aludir a otras anatomías. Le dijo a Massa: meté el presupuesto cuando se te cante, no cuando se le canta a la ley. Y después le votó al ministro-candidato una sanatera rebaja de impuestos aduciendo que él está para votar cualquier rebaja de impuestos. Pero no votó una rebaja o encurramiento del impuesto a las Ganancias: lo que dejará de recaudar la Nación por este impuesto se recaudará por el otro, más general y más desigual: la inflación. Hizo lo que la casta hace.
Si su visión de los impuestos se extendiera al gasto público, Milei dejaría a su promocionada motosierra de fierro por otra de inofensivo material plástico. Embrollada treta muy de la casta: buscar seguir engrupiendo sin darse cuenta de que se engrupe menos.
Aquí, una novedad: contrariando la costumbre de toda alta casta que se jacte de serlo, Juntos votó en contra, confiando en que a alguna parte del electorado, cuya dimensión se ignora, ya no es tan engrupible como antes. Pero le saltó la casta adentro: una parte, los radicales de Evolución, se encastaron para ayudar a Massa, a cambio de plata para universidades.
Massa, Milei, Yacobitti, un solo corazón. ¿Quién le podría negar a Massa su pertenencia vitalicia a la casta, si estuvo en todas? Milei se postula como ejemplo de otra cosa y dice que es de rancho aparte, pero cada día se mete más en el rancho de todos. ¿Acaso no es bien de casta adaptar conductas a la conveniencia electoral, como Yacobitti al darle quórum a Massa? Yacobitti gana poder en su feudo de las universidades. Su principal aliado, Lousteau, pierde poder en el mundo de la política.
A Milei hay que sumarle el otro dúo que acaba de armar con Barrionuevo, el mismo de dejemos de robar por dos años con Menem y que quería con su gremio gastronómico que De Pedro “sea el futuro presidente de los argentinos”. No pudo ser. Barrionuevo conoció a De Pedro a través del operador radical Coti Nosiglia, por años jefe de Yacobitti. De Pedro le dio una mano judicial a Barrionuevo en la lucha a muerte contra su ex cuñado Camaño, jefe del sindicato Capital y alineado con Patricia Bullrich.
Barrionuevo y Camaño fueron toda la vida del mismo clan. Uno para el otro: Barrionuevo hizo construir una cañería subterránea para mandar agua desde su casa a la casa de su cuñado. Cuando se pelearon, le cortó el chorro. La hermana de Camaño, Graciela, ex de Barrionuevo, está alineada con Massa. La guerra de los Roses se trasladó a la casta, que antes se llamó clase política.
Si a la corrupción le faltaba trascender una vieja, jugosa variante para las cajas políticas, apareció de golpe en La Plata. Es una historia que mezcla políticos de todos los colores y, cuando no, jueces. Gente muy conocida y poco conocida y una corrupción de la grande con la plata del Estado.
Hay muchas razones para pensar que lo que ha sido desenmascarado pudo haberse desenmascarado mucho antes, y que es sólo la punta del iceberg. Oficialismo y oposición funcionan como socios de un sindicato único en la riquísima legislatura bonaerense. Ahora, jueces cómplices de la política o sometidos a la política, quieren tapar la corrupción con un chanta y bien conocido zafe: la detención del funcionario peronista fue mal hecha por la policía.
Lo que hizo mal el detenido, el ahora famoso Chocolate, llamado Julio Rigau, un busca de 65 años contratado desde hace más de una década como electricista y al que usaban para tareas ilegales, fue ir a cobrar los sueldos de unos 50 ñoquis con todas sus tarjetas de débito juntas a un solo cajero del banco Provincia. Creyó que, como otras tantas veces, no lo verían.
El presupuesto de esa legislatura, al menos según lo votaron para este año, alcanza por lo mínimo a casi 62 mil millones. Una de las cosas que más aprovecha la casta, son los números gigantes, ¿quién puede precisar con precisión cuánto son 62 mil millones? La maniobra descubierta es simple: se nombran ñoquis, les aportan para su jubilación, a algunos se les paga el monotributo y se les da un vuelto. A cambio, entregan sus tarjetas de débito y la política se cobra el sueldo. Y esta vez no son vueltos, son millones. Muchos. Mensuales. Y con aguinaldo.
La cocina de la operación está en la dirección de Personal, que estuvo años a cargo de Claudio Albini, puesto allí por Massa. Es un lugar sellado a cualquier inspección. Albini es el padre del candidato peronista a concejal Facundo Albini, jefe político de Rigau. Todo tiene que ver con todo.
¿Y cómo cayó Chocolate? Un cliente del banco avisó a la policía, que lo descubrió con las manos en la masa. Los policías no rompieron nada: estaba todo a la vista. Llevaron a Rigau a la comisaría, donde le informaron sus derechos, labraron el acta y notificaron al juez de turno y al fiscal. Hay que tener en cuenta estos datos para advertir el disparate jurídico de los camaristas Benavides y Villordo, que en tiempo récord voltearon la prueba. No fuera a ocurrir que a Chocolate se le diera por aprovechar la ley del arrepentido y se pusiera a cantar nombres. Los de sus jefes.
Hay un personaje clave detrás de la escandalosa decisión de los jueces: el abogado Raúl Cabezón Pérez, hombre de Massa y principal operador judicial de Massa. Fue jefe del bloque kirchnerista de diputados en la Provincia y antes del Concejo Deliberante de La Plata. Pérez también manejó por años el Consejo de la Magistratura que designó a Benavides y Villordo. Otra vez, todo tiene que ver con todo.
El cambalache famoso de Discépolo, cumplirá 90 años en 2024. El de hoy da para todo. Ejemplos. ¿Por qué de repente enmudeció la locuacísima vocera Cerruti? Alberto Fernández (recordamos, el Presidente), acaba, en la ONU, de alertar que el mundo “está sometido a un proceso de cambios”. Impresionante descubrimiento. Y Massa dice que, llegado el caso, no convocaría a la mitad de los ministros de Fernández. Como con esa pregunta de dónde está la otra mitad de Medio Oriente, ¿qué haría con la otra mitad?
Fuente: Clarin
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