La irrupción de la Inteligencia Artificial (IA) al primer plano de la agenda global disparó el debate sobre en qué medida esta tecnología implica un riesgo para la estabilidad de los empleos actuales.
“Sin duda, muchas de las tareas de los trabajadores de cuello blanco serán muy diferentes en los próximos cinco a diez años (…) habrá un gran número de perdedores y estarán muy descontentos, muy agitados”, afirmó Mustafa Suleyman, durante el Bridge Forum de GIC en San Francisco.
Suleyman abandonó DeepMind el año pasado y creó su propia empresa de chatbot, Inflection AI.
El protagonista apuntó que los gobiernos tendrían que pensar en cómo apoyar a aquellos cuyos puestos de trabajo serían destruidos, siendo la renta básica universal una solución potencial: “Esto requiere una compensación material (…) Es una medida política y económica de la que tenemos que empezar a hablar en serio”.
El entusiasmo por los avances de la tecnología se ha visto atenuado por el temor a que, a medida que las herramientas de inteligencia artificial lo revolucionen todo, desde el diagnóstico médico hasta la educación y la redacción de textos, se erradiquen una serie de puestos de trabajo.
El lanzamiento de una serie de herramientas como ChatGPT ha puesto a la inteligencia artificial generativa en el punto de mira y ha provocado una gran expectación entre la comunidad inversora en tecnología.
Google, que adquirió DeepMind en 2014, ha desarrollado sus propios modelos lingüísticos, como LaMDA y PaLM. Pero la empresa se vio sorprendida por el lanzamiento de ChatGPT en noviembre del año pasado.
Con LaMDA, “tuvimos ChatGPT un año y medio antes que ChatGPT. Fue frustrante, más que frustrante, ver cómo ChatGPT explotaba”, afirmó Suleyman.
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