MILEI, FRENTE AL TURNO DE LA POLÍTICA

El Presidente apuesta a una capitulación de los gobernadores y se prepara para una nueva batalla con el sindicalismo

Fernando Laborda

El mensaje del presidente de la Nación en la inauguración del período de sesiones ordinarias del Congreso tuvo tres destinatarios. Javier Milei se dirigió a la sociedad y a la dirigencia política, con particular énfasis en los gobernadores provinciales, y también, de modo imperceptible, a los jueces, a quienes buscó transmitirles que, a partir de ahora, hablará la política, por lo que cualquier tentativa orientada a frenar judicialmente los efectos de su megadecreto desregulador debería esperar.

A la sociedad argentina, le pidió “paciencia y confianza”, luego de asegurar que, por primera vez en la historia, se están atacando los problemas a partir de sus causas y no de sus síntomas. Al mejor estilo de su admirado Carlos Menem y de su icónica consigna “Síganme, no los voy a defraudar”, Milei se autodefinió como un hombre que sabe lo que tiene que hacer y cómo, y que posee la convicción para hacerlo. Buscó hacer de su principal debilidad una virtud cuando admitió que carece de suficientes diputados y senadores, al tiempo que no tiene gobernadores ni intendentes propios, pero que, en cambio, logró ganar las elecciones presidenciales hablándole a la ciudadanía con la verdad y proponiéndole un contrato de esfuerzo y sacrificio, al que la mayoría del electorado adhirió.

Su principal mensaje estuvo orientado a la dirigencia política. Aun cuando su convocatoria al Pacto de Mayo parezca más una exhortación a la capitulación por parte de los gobernadores que un llamado a la concordia y a la búsqueda de consensos, debería rescatarse en la actitud de Milei una novedosa disposición a escuchar y un reconocimiento tácito de que no serán factibles las reformas estructurales que imagina con la praxis política que empleó hasta el momento.

"Si lo que buscan es conflicto, conflicto tendrán", afirmó el Presidente

«Si lo que buscan es conflicto, conflicto tendrán», afirmó el PresidenteHernan Zenteno – La Nacion

Se trató, por cierto, de una curiosa manera de convocar a un pacto. La meridiana claridad que exhibió el primer mandatario para describir la catastrófica situación de la Argentina y trazar su crudo diagnóstico no se advirtió a la hora del llamado a suscribir aquel acuerdo de diez puntos. En Milei es inocultable la tensión existente entre un hombre que, por su propia naturaleza, es reacio a aceptar otras ideas que no sean las propias y la necesidad de alcanzar amplios consensos, que él mismo ha equiparado con prácticas corruptas.

De ahí las idas y venidas que evidenció su propio discurso a la hora de hablar del Pacto de Mayo. Señaló así que el camino de la confrontación no es el que ha elegido, pero aclaró que tampoco le escapaba a esa alternativa. En otras palabras, transmitió que no busca ni provoca la confrontación, “pero si lo que buscan es conflicto, conflicto tendrán”. Seguidamente, planteó que existe “un camino de paz y de acuerdo”, aunque admitió ser escéptico: confesó no tener “demasiadas esperanzas” de que sus adversarios políticos quieran tomar ese sendero, porque “la mezquindad y la corrupción están muy extendidas”, pese a lo cual decidió apostar por darles otra oportunidad.

Milei advirtió que si la dirigencia opta por el conflicto, “se encontrarán con un animal al que no están acostumbrados”: un animal que no tiene hambre de poder, sino sed de cambio. “Ante un obstáculo, no vamos a dar marcha atrás. Vamos a seguir acelerando”, concluyó.

Las contradicciones asoman en el Presidente cuando convoca a dialogar. Es como si temiera que cualquier llamado de este tipo constituyera un signo de debilidad. Por ejemplo, enfatizó en su discurso que “no vinimos a prestarnos al toma y daca”, sino a cambiar al país; sin embargo, condicionó la instrumentación de un alivio fiscal para las provincias a que sus gobernadores apoyaran la ley Bases. La negociación está a la vista

El ataque frontal al viejo sindicalismo por parte de Milei anuncia un nuevo conflicto

¿Qué está sugiriendo Milei cuando le advierte a la dirigencia tradicional que podría encontrarse ante un animal impredecible? ¿Acaso que estaría dispuesto a prescindir del Congreso para avanzar en la construcción de un nuevo modelo económico, diametralmente distinto de todo lo que se ha ensayado en el pasado? ¿Cuánto de autocrático podría haber en ese animal que, aun sin ánimo de perpetuarse en el poder, estaría dispuesto a lo que sea con tal de avanzar por el camino del cambio? ¿Qué tan factible sería el cambio sin que el Poder Legislativo les garantice su apoyo a reformas estructurales que, como la previsional, la laboral y la tributaria, solo podrían ser llevadas a cabo mediante la sanción de leyes?

En El príncipeNicolás Maquivaelo recomendaba al gobernante actuar con la ira del león cuando así convenga y con la astucia de la zorra cuando fuera necesario. Milei deberá demostrar si tiene la suficiente habilidad para pasar de los rasgos característicos del león con el que se lo identificó durante la campaña electoral y los primeros dos meses de su gestión gubernamental a los de la zorra, animal representativo en el folclore occidental de la viveza, el ingenio y el engaño, además de reconocido por su destreza para observar a sus enemigos y anticipar sus movimientos sin ser advertida.

Habrá que esperar que el jefe de Gabinete, Nicolás Posse, y los ministros Guillermo Francos y Luis Caputo tengan la necesaria dosis de flexibilidad y pragmatismo que hasta ahora Milei se ha resistido a mostrar, cuando en los próximos días reciban a los gobernadores provinciales para sembrar los cimientos de un acuerdo que, a juzgar por voceros de la oposición peronista, como el titular del bloque de diputados de Unión por la Patria, Germán Martínez, solo parece ser un contrato de adhesión sustentado en la extorsión.

Hasta antes de su mensaje ante la Asamblea Legislativa, la disyuntiva residía en si Milei iba a subir la apuesta y pisar el acelerador de la confrontación con sus adversarios políticos y los gobernadores provinciales o si bajaría un cambio. Y lo cierto es que, pese a que identificó con nombre y apellido a los “jinetes del fracaso” –desde Sergio Massa hasta Máximo Kirchner y desde Juan Grabois hasta Pablo Moyano, sin olvidarse de Cristina Kirchner–, el Presidente se animó a tender un puente hacia un acuerdo. Queda por dilucidar si lo hizo persuadido de que su anterior estrategia combativa no lo iba a llevar a buen puerto o si, en el fondo, está convencido de que no podrá esperar nada de un Congreso con la actual composición y de que solo le queda tratar de ganar tiempo hasta que las elecciones legislativas de 2025 le brinden un escenario más favorable.

Roberto Baradel, uno de los enemigos del cambio para Milei

Roberto Baradel, uno de los enemigos del cambio para Milei

Milei consiguió algo que prácticamente ningún otro presidente llegó a lograr: que el Congreso trabajara durante todo enero. Pero ese milagro no sirvió finalmente para aprobar la ley ómnibus que el Gobierno se proponía sancionar. El jefe del Estado intentó disfrazar ese fracaso de triunfo al afirmar que ese tortuoso proceso legislativo le permitió identificar a los enemigos del cambio.

Hubo algo quizás más importante que consiguió el Presidente en las últimas semanas: que la sociedad advirtiera los “curros” que se escondían detrás de los fondos fiduciarios, un instrumento sobre el cual pretendía tener facultades exclusivas para modificar o eliminar, pero que la mayoría de los diputados le negaron. Difícilmente muchos de esos mismos legisladores votarían en estas horas de igual manera, luego de que esa cuestión se instalara en la opinión pública. Milei ha demostrado una gran capacidad didáctica para desenmascarar la corrupción de la casta y las inconsistencias del “Estado presente”. El escándalo de los brokers que intervenían como gestores para la contratación de los servicios de Nación Seguros para los propios organismos estatales es un buen ejemplo. Pero a veces, como en el caso de los fondos fiduciarios, la didáctica presidencial no llega a tiempo.

Gobernar es explicar y persuadir. No simplemente imponer ni identificar a los enemigos del cambio.

Quizás la próxima batalla cultural que tendrá Milei sea la de la reforma laboral, una iniciativa que el Gobierno ansía, aunque inexplicablemente desperdició la oportunidad de instalar en la discusión pública, apostando a introducirla en el megadecreto de necesidad y urgencia, sin advertir el riesgo de que la Justicia del Trabajo la podría frenar, como efectivamente ocurrió. El ataque frontal al viejo sindicalismo por parte de Milei y su intención de avanzar hacia una nueva legislación sindical que garantice elecciones libres y límites a la reelección indefinida de los popes del gremialismo, al igual que revolucionarios cambios en la negociación colectiva, anuncian la inminencia de un nuevo conflicto. En cuarteles del sindicalismo ya se oyen tambores de guerra.

Fernando Laborda

LA NACION