Milei y un viejo recurso de Cavallo: “Yo o el abismo”

El Presidente no deja traslucir para intentar lograr algunos de sus objetivos otra estrategia que no consista en la confrontación. La paradoja de la campaña del miedo.

Eduardo van der Kooy

Columna publicada originalmente en Clarín

El Gobierno comenzó su travesía estival del desierto con el tratamiento de la llamada “Ley Omnibus” en el plenario de comisiones de Diputados. La otra herramienta de Javier Milei para hacer frente a la crisis, el monumental Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU), conserva una vigencia parcial porque la Comisión Bicameral está lejos de empezar a considerarlo. La del Senado ha sido conformada; sobre Diputados no existe novedad. Por ahora la Confederación General del Trabajo (CGT) ha logrado neutralizar mediante un amparo de la Justicia el tópico que refiere a la reforma laboral.

El Presidente no deja traslucir para intentar lograr algunos de sus objetivos otra estrategia que no consista en la confrontación. Paradoja: la campaña del miedo que el kirchnerismo desató en épocas electorales en su contra, pareciera dispuesta a trasladarla en perjuicio de la oposición. Si aquella “Ley Omnibus” demora en progresar, previsible para un mamotreto pluri temático de 664 artículos, 6 anexos y 351 páginas, las culpas y responsabilidades podrían caer sobre todo el arco opositor. No únicamente en Unión por la Patria.

Milei ha comunicado que no está dispuesto a prolongar las sesiones extraordinarias en febrero. Es decir, Diputados y el Senado dispondrían de 16 días hábiles para darle sanción a la mega ley. Salvo un golpe de hechicería, esa extensión asoma mínima e insuficiente.

Puede que se trate de una maniobra que apunta a meter presión para que los diputados resulten expeditivos. Si así fuera, podría alargar al plazo en el Senado. Al margen de ese y otros recursos de tinte extorsivos, no se visualiza en el Gobierno una variante sólida de negociación. Los esfuerzos de Guillermo Francos, el ministro del Interior, Sandra Pettovello, de Capital Humano o las puertas que ha pretendido abrir Martín Menem, el titular de la Cámara Baja, no han fructificado

Milei parece dispuesto a reabrir un viejo libreto que la Argentina conoció por años en la década del 90. Coincidente con el apogeo menemista que siempre sabe bien al paladar presidencial. Un ejecutor implacable de aquella época resultó Domingo Cavallo. Cada vez que requería del Congreso alguna ley que consideraba soporte de la convertibilidad advertía sobre su sanción o la irrupción de un abismo. Nunca el término medio. Varias veces dicha intransigencia fue esterilizada por Carlos Menem.

Manuel Adorni, el portavoz oficial, no hizo sino repetir el pensamiento de Milei y retrotraer al país a fotos del siglo pasado. Un karma de casi todas las administraciones en los 40 años de democracia. “Nosotros hacemos nuestra parte y necesitamos que la política haga la suya”, comunicó. Como si el denominado mileísmo perteneciera a otra cofradía. El enjuiciamiento a “la casta” puede empezar a menguar su efecto político en cualquier momento.

Adorni dijo algo más que Milei también argumentó en sus intervenciones en redes. Señaló que “algunos rumores y los amparos judiciales al DNU hicieron que el mercado pase factura”. Apuntó al salto del dólar blue. Imposible saber fehacientemente si existe vinculación entre una cosa y la otra. También valdría una interpelación en otro sentido: ¿No será la dureza del Gobierno la causante de aquella disparada frente a las evidencias de los problemas para gobernar sólo a palo y grito?

El portavoz cerró aquella intervención con una advertencia temeraria. “Si en el Congreso no se avanza las consecuencias son impredecibles”, disparó. Lo mismo había declarado Milei en un reportaje radical tras regresar de la Antártida. Nada más familiar que aquel “yo o el abismo “, y “yo o el diluvio” con que acostumbraba a sermonear Cavallo.

La estrategia central del oficialismo es la que viene exhibiendo desde el día que llegó al poder. Confrontar el apoyo, en muchos casos resignado, que conserva en la opinión pública que le permitió ganar el balotaje (56%) con la clase política. Tal objetivo podrá ser duradero si el Gobierno consigue en algún momento trazar una expectativa. Primaría: la posibilidad de una baja en la inflación. No se estaría verificando. Todo lo contrario. Más allá del entusiasmo de Milei, acerca que el 30% para diciembre podría constituir “un numerazo”.

Adorni dijo, pese a todo que el Gobierno está abierto “a las sugerencias”. En simultáneo subrayó que “la ley no se negocia”. Debe aclarar sobre que estaría hablando. Aunque siempre de manera involuntaria, el kirchnerismo se presta a tender manos. Fue la representación que reclamó airadamente en Diputados las presencias de Nicolás Posse, el jefe de Gabinete, Luis Caputo, el ministro de Economía y Adolfo Sturzenegger, funcionario de facto. Esa demanda podría adquirir indiscutida validez en boca de otro mensajero. En sus tiempos en el poder, los K jamás cumplieron con la premisa de rendir cuentas al Congreso.

Puede ser útil reparar en el último caso. Santiago Cafiero, como jefe de Gabinete, cumplió apenas un tercio de los informes que debió brindar. Su reemplazante, el tucumano Juan Manzur, concurrió en 2 de las 9 veces que debió hacerlo. Agustín Rossi, que asumió en febrero, se presentó en tres ocasiones.

Otro ítem afloró en las deliberaciones en Diputados cuando se analizaron las facultades delegadas que solicita Milei para hacer frente a la emergencia. Leopoldo Moreau se alzó como una de las voces más críticas. Incluso preguntó: “¿Así piensan gobernar?”. Silvia Lospenatto, diputada del PRO, se ocupó de darle cierto orden al debate. Le hace ruido, como a la mayoría de los legisladores, la cesión de facultades al Presidente. Evitó que la palabra parlamentaria se intoxicara de impunidad. Recordó que todos los gobiernos kirchneristas administraron bajo emergencia y con delegaciones legislativas. Incluyendo las 9 dispuestas por Alberto Fernández. Memoró además que el único mandatario que dejó caer las emergencias y no las renovó fue Mauricio Macri.

En medio de la gran crisis y la deliberación extraordinaria del Congreso Milei y su vocero, Adorni, incurrieron en una disrupción inverosímil. Cargaron contra una periodista de La Nación quien, en la señal de TV, informó que los perros mastines del presidente ya estaban residiendo en la quinta de Olivos. “Es escandalosa la impunidad con la que inventan y operan mentiras algunos periodistas. Ninguno de mis perros está en Olivos”, replicó el mandatario por la red social X.

La periodista sostuvo que la información provino de fuentes oficiales. Adorni exclamó que tal afirmación podía colocar en riesgo su trabajo. Lo verdaderamente inquietante, dentro de una noticia menor, resultó la vehemencia y desproporción con que Milei cruzó a la periodista y la información divulgada. ¿Qué sucederá el día en que en vez del hábitat de sus perros mastines se empiece a hablar profundamente sobre la inflación, los pobres o la inseguridad?