
En un contexto de crisis económica por pérdida del consumo y del poder adquisitivo, la gente consultada sobre qué destino tendría un aumento de ingresos del 25 por ciento tuvo respuestas que reflejan necesidades básicas insatisfechas, pero también el deseo de recuperar hábitos postergados.
El ahorro una de las opciones
El ahorro apareció como otro destino elegido. “Guardaría la plata, porque nunca se sabe qué va a pasar”, aseguró un empleado público. La desconfianza y la incertidumbre respecto al futuro económico atraviesan los hábitos de consumo y se reflejan en los indicadores: pese a la baja en los índices de pobreza e indigencia, las ventas en supermercados cayeron un 2,1% en el último mes medido y los shoppings un 9,5%, según INDEC.
El sondeo callejero muestra, en definitiva, cómo las estadísticas nacionales se traducen en decisiones personales. Mientras los informes técnicos hablan de índices, porcentajes y canastas, la gente pone en palabras concretas lo que significaría un alivio en su economía.
Un 25% más de ingresos, en este contexto, no aparece como un lujo, sino como la posibilidad de recuperar lo básico, terminar proyectos demorados o atender necesidades esenciales que quedaron suspendidas. Entre llenar la heladera, pagar una terapia o ahorrar para el futuro, se dibuja un mapa social donde cada peso cuenta y las prioridades se redefinen todos los días.
Pobreza y consumo
El INDEC registró una fuerte caída tanto en pobreza como en indigencia en los hogares argentinos, pero según el mismo organismo, el comercio experimentó una merma en sus ventas, siendo los shoppings los principales perdedores. La caída del poder adquisitivo llegó a representar el 30% para los jubilados, y otros sectores sufrieron pérdidas similares tras la devaluación de 2023, junto con la persistente inflación.
La última semana, el INDEC hizo públicos los números del primer semestre del año y se conocieron las cifras de pobreza e indigencia en Argentina. Ambas variables mostraron un fuerte descenso (de 21,3 y 11,2 puntos porcentuales respectivamente) en comparación a la medición anterior. Sin embargo, los indicadores de consumo no mejoraron, al contrario: en el caso de los supermercados, perdieron un 2,1% de sus ventas respecto al mes anterior; los autoservicios mayoristas un 0,8% y los shoppings un 9,5% (INDEC).
Distintos estudios explican esta contradicción a partir de que las mediciones de pobreza e indigencia del INDEC utilizan los parámetros de canasta básica del año 2004, que asignan a los servicios un impacto mucho menor en los gastos de los hogares.
Estudios de IARAF (Instituto Argentino de Análisis Fiscal) afirmaron que para febrero de 2025, los jubilados habían sufrido la mayor pérdida de poder adquisitivo, en tanto que llegaron a perder un 30% respecto a noviembre de 2023. Los que percibían la mínima también atravesaron su peor momento en ese mes, con una reducción del 25% en su ingreso real y un bono congelado que se deterioró con la inflación.
Por otro lado, en el caso de asalariados privados formales y estatales, el punto más crítico se observó en enero de 2024, tras la devaluación en diciembre del 2023, donde desde IARAF registraron una caída del poder de compra del 12% y del 22%, respectivamente. En 2025, CEPA (Centro de Economía Política Argentina) arrojó números similares para los trabajadores del sector privado según los cuales, en Provincia de Buenos Aires, perdieron el 10,8% de su poder adquisitivo entre noviembre de 2023 y marzo de 2025.
Fuente: DIB