EL MÉTODO MACRI VS. EL MÉTODO MASSA

Para alcanzar sus objetivos, el expresidente invierte el procedimiento democrático: primero decide, después delibera; el ministro, en cambio, se amolda mejor al simpático filósofo inventado por Antonio Machado

Carlos Pagni

La página 40 de Para qué, el último libro de Mauricio Macri, ofrece una información esclarecedora. El autor cuenta allí que apenas llegó a la presidencia de Boca Juniors quiso imprimir un sello personal a su gestión. Con ese propósito, se subió a una topadora y demolió toda una tribuna. Enseguida construyó otra, mucho más confortable. Estaba ansioso por terminar los trabajos antes del 3 de abril, aniversario de la fundación del club. Al cabo de esa remodelación, advirtió que la asamblea de socios no lo había autorizado. Sin embargo, sigue narrando, cuando se cumplió con ese requisito “no hubo mayores inconvenientes y las obras se aprobaron por amplia mayoría”. Macri detalla que, así y todo, hubo una resistencia. La de la señora Estela Iribarren, quien le hizo notar lo obvio: “Usted nos propone votar por los nuevos palcos o por los que ya no están porque Usted los destruyó”. Cuando terminó la reunión, sigue contando, le pidió disculpas y se quedaron charlando. “Por lo menos nos pudimos escuchar”, concluye la historia.

En este recuerdo está cifrado un comportamiento que, de tan reiterativo, constituye un método. El método Macri. Con extraordinaria sinceridad, el expresidente explica que, para alcanzar sus objetivos, él invierte el procedimiento democrático. Primero decide, después delibera. Así sucedió, por ejemplo, con la incorporación de Horacio Rosatti y Carlos Rosenkrantz a la Corte Suprema. Una vez que los designó, buscó la aprobación del Senado. El acuerdo con el Fondo Monetario tuvo la misma secuencia. Se anunció primero, y después se comunicó a los aliados radicales, que habían comido en Olivos la noche anterior. Hasta Christine Lagarde conoció ese estilo. El 29 de agosto de 2018, el entonces Presidente, en un mensaje televisivo de 102 segundos, comunicó que el Fondo había dispuesto un adelanto de 30.000 millones de dólares, que jamás se había discutido. Minutos antes Lagarde, que veraneaba en Cerdeña, recibió un mensaje de texto en el que Macri le anticipaba lo que diría ante las cámaras. El Senado, los radicales, Lagarde, encarnaron en cada caso el papel de la desconcertada señora Iribarren.

La asociación con La Libertad Avanza se adecuó a las mismas pautas. El primer “iribarrenizado” fue Diego Santilli, convocado a la casa de Macri sin saber que los estaban esperando, además de Patricia Bullrich, los hermanos Milei. Al menos eso jura Santilli. Cristian Ritondo, en cambio, estaba al tanto de lo que le esperaba. Dicen que, en una simetría perfecta, Carlos Kikuchi tuvo un berrinche porque tampoco había sido informado de la novedad que estaba por ocurrir.

La apuesta al método Macri fue más audaz al día siguiente, en la reunión de dirigentes de Pro convocada por Bullrich en su casa para analizar la estrategia más adecuada: si apoyar al rival de Sergio Massa o declararse prescindentes. Horacio Rodríguez Larreta, María Eugenia Vidal, Néstor Grindetti e Ignacio Torres, entre otros, esbozaban algunos argumentos, cuando Jorge Macri, sin levantar la vista de su celular, comentó: “Acá dicen que anoche hubo una reunión con Milei, ¿es cierto?”. A Macri y a Bullrich no les alcanzó el clásico “no es tan así” que suele usarse en ocasiones como esa. Tuvieron que blanquear que estaban protagonizando una obra de teatro, que inspiró en Larreta esta reflexión: “¿Nos están tomando de boludos?”. La señora Iribarren, en Boca, había sido más protocolar.

Cuando más tarde Macri debió justificar su conducta, sobre todo ante dirigentes radicales, responsabilizó a Bullrich. “Ella quería dar una conferencia de prensa anunciando la adhesión a Milei y yo tuve que actuar de urgencia, en forma un poco desprolija”. Cualquiera sea la excusa, es evidente que el expresidente comenzó a pensar desde mucho tiempo atrás en liderar una, por llamarle de algún modo, nueva derecha, que contenga a “las fuerzas del Cielo” y a los sectores de Juntos por el Cambio que le son más afines. En declaraciones públicas reveló, el fin de semana pasado, que desde hace dos años viene hablando con Milei. Es verdad. Fueron interminables sesiones de Zoom casi siempre organizadas por Alberto “Bertie” Benegas Lynch. Macri dio el visto bueno para los principales candidatos a diputados nacionales de las listas de la ultraderecha. Por eso le debe haber resultado tan natural salir a festejar el éxito de Milei en las primarias, cuando su candidata Bullrich quedó postergada al segundo puesto. Ese compromiso de Macri con el candidato opositor adquiere ahora nuevos significados. El expresidente se ha convertido en una especie de jefe de campaña de La Libertad Avanza. Pero, más allá del trance electoral, su patrocinio imprimirá un sello a un eventual gobierno de Milei. ¿Nace un vínculo similar al que, en un comienzo, se atribuía a Cristina Kirchner con Alberto Fernández? ¿Ante cada problema de Milei habrá que preguntarse qué opina o hace Macri?

La audaz jugada de Macri desató un debate público muy inconveniente sobre las razones de la derrota en la primera vuelta. Él mismo alimentó la polémica cuando explicó ante Jorge Lanata que “algunos dicen que perdimos porque yo no me presenté”. Una pasable derrota en su legendaria lucha contra el egocentrismo. Afirmó algo más severo: imputó el fracaso a Larreta, por haber insistido en competir. En el entorno más cercano a Macri aseguran que esa interpretación terminó de romper, no se sabe por cuánto tiempo, la relación con el jefe de Gobierno. Larreta resolvió no contestar. Al menos en público. Se rumorea que existió un descarnado intercambio de mensajes por WhatsApp. Hubo gestiones para un reencuentro, hasta ayer infructuosas. Conocedores de la entretela de Pro se preguntan si las ideas de Larreta no serán las que expone Jaime Durán Barba, cuando sostiene que “Macri no se presentó porque estaba condenado a perder”. ¿El ecuatoriano es el vocero del excandidato a presidente? ¿O habla con esa dureza motivado por viejas acreencias no saldadas? Misterios de una cofradía que tiene más de veinte años.

Con independencia de los enconos personales, el conflicto interno de Juntos por el Cambio está estimulado por la fisura que se abre en la ciudad de Buenos Aires. Ese distrito fundador es para la principal dirigencia del Pro, sobre todo para Macri, lo que la provincia de Buenos Aires representa para Cristina Kirchner y los suyos. Allí hay una fractura de pronóstico reservado. Los radicales, conducidos por Martín Lousteau y Emiliano Yacobitti, todavía no resolvieron si les conviene o no seguir perteneciendo a Juntos por el Cambio. El enigma tiene una raíz electoral. Es probable que, si hubiera competido con Jorge Macri como candidato externo a esa coalición, Lousteau habría llegado al balotaje con posibilidades de ganarlo. Es lo que sucedió en 2015, cuando perdió frente a Larreta por menos de tres puntos. Incluido en Juntos por el Cambio, el radicalismo debió participar de las primarias y quedó fuera de juego.

El dilema de Lousteau y Yacobitti tiene derivaciones inmediatas. Si se consuma el divorcio, Jorge Macri quedaría muy debilitado en la Legislatura. Sobre todo porque no están del todo asegurados los votos que allí controla Larreta, que medita en lanzarse como jefe de una línea interna nacional. Una de las evidencias de esa fragilidad es que el alcalde electo no está en condiciones de imponer a Darío Nieto como presidente de la Legislatura. Es el candidato que respalda Mauricio Macri, pero que perdería una votación frente a Emmanuel Ferrario, patrocinado por Larreta, por Yacobitti y por Lousteau. Quiere decir que estos radicales perdieron las primarias, pero están en condiciones de amenazar la gobernabilidad de la ciudad de Buenos Aires.

Este equilibrio tan inestable depende de la capacidad negociadora de Daniel Angelici. Íntimo amigo de Jorge Macri, que fue a través de quien Mauricio conoció al binguero, es también socio de Lousteau y Yacobitti en la interna radical. Angelici tiene también un canal de comunicación con Massa. Lo aprovechó para transmitir la inquietud del expresidente Macri por eventuales persecuciones judiciales en un también eventual gobierno del actual ministro de Economía. La respuesta habría llegado, según versiones coincidentes, a través de uno de los participantes del equipo de campaña oficialista: Francisco De Narváez, a quien se atribuye correr con los gastos de los brasileños que asesoran a Massa en su campaña. “Sergio jamás perseguiría a nadie”. Ese fue el mensaje de quien, según el propio Macri, padece una compulsión por la mentira.

El enfrentamiento porteño, que Angelici trata de administrar, condiciona la conducta del radicalismo a escala nacional. Quedó claro en la reunión en la que la dirección de ese partido se pronunció sobre la neutralidad frente al balotaje. Muchos dirigentes reprocharon a Lousteau, autor del borrador de declaración, una asimetría: estaba mucho más claro el rechazo a Milei, el candidato de Macri, que a Massa. La polémica se fue recalentando y hubo un momento en que insinuó pasar al pugilato entre Lousteau y el temperamental gobernador de Corrientes, Gustavo Valdés. Fue el desprolijo lanzamiento del duelo entre ambos por la conducción de la UCR, que se dirime en diciembre, cuando terminará el mandato de Gerardo Morales.

Mientras atribuye la resistencia de Morales, Lousteau y Yacobitti a compromisos subterráneos con el ministro de Economía, Macri intenta seducir al resto del radicalismo hacia su alianza con Milei. Él hizo una apuesta de vida o muerte a favor del triunfo de ese candidato. Todavía no logró concretar con ellos el Zoom que anduvo procurando. Pero confía, como con la tribuna de Boca, en su llamativa capacidad de persuasión. Se encuentra con un límite: “Somos dirigentes políticos, no gerentes de Socma”, le explicó uno de esos radicales. Sin embargo, muchos de los líderes de la UCR se enfrentan a una dificultad: la intransigente prédica antikirchnerista de los últimos 15 años relativiza para muchos de sus votantes algunos rasgos intolerables de Milei. Por esa razón la negativa radical comienza a flexibilizarse en algunos distritos donde la conducción partidaria ha resuelto fiscalizar a favor del aliado de Macri. Es un dato relevante, porque esa tarea requiere un mínimo de coordinación con La Libertad Avanza. Colaboradores de Milei ya están en contacto con algunos importantes dirigentes radicales.

A favor de esta flexibilidad operan los pronósticos. No está para nada asegurado que Massa tenga ganado el balotaje. Más allá de las encuestas, en algunas de las cuales, que él mismo consume, aparece perdiendo con Milei, influye la aritmética. Si el candidato de la ultraderecha sumara a su propio caudal los votos que Bullrich conquistó en las primarias, 17%, y el 40% de los votos que Juan Schiaretti cosechó en la general, 2,71%, el próximo 19 ganaría. Es obvio que las reglas matemáticas no rigen la política. Pero tienen una capacidad indicativa sobre las dificultades de Massa, que debe repetir la hazaña del 22 de octubre, esta vez agregando dos millones de votos a los que ya sacó.

A diferencia de Macri, Massa no tiene pesadillas judiciales. El controvertido juez Ariel Lijo colabora con esa tranquilidad en la causa abierta por la compra de vehículos que realizó Malena Galmarini en AySA, a precios que, según los denunciantes Ricardo López Murphy y María Eugenia Talerico, serían muy exagerados. Lijo no confió el examen de la prueba a un cuerpo de peritos sino a la Dirección de Asistencia Judicial en Delitos Complejos, la polémica Dajudeco, que conduce Tomás Rodríguez Ponte. Este ahijado de Lijo está esperando que el Senado le otorgue el acuerdo correspondiente para convertirse en juez federal de Lomas de Zamora, uno de los tribunales más apetecibles del país debido a que tiene jurisdicción sobre el aeropuerto de Ezeiza. Los Massa dependen de Ariel Lijo, el hermano de Alfredo Lijo, un lobista judicial cercanísimo a Karina Milei y patrocinante de Santiago Viola, el apoderado de La Libertad Avanza. Hijo de la penalista Claudia Balbín, salpicada por más de un escándalo, Viola ganó fama cuando fue acusado de participar de acusaciones falsas para perjudicar al juez Sebastián Casanello en la causa en que se investigaba a Lázaro Báez. Como se ve, a Comodoro Py no entra la motosierra.

El peor acto de campaña de Massa ha sido la escasez de combustibles, que todavía afecta a parte del país, sobre todo en el sector agropecuario. Ironías de la política económica, esta vez la que no tuvo acceso al dólar fue una empresa controlada por el Estado: YPF. Para compensar la caída de producción de dos destilerías en reparaciones, las autoridades de la compañía compraron cuatro barcos de naftas y gasoil. Al llegar la hora de pagarlos, les dieron la instrucción habitual: “Consíganse ustedes los dólares”. Una versión insistente en el mercado asegura que la inusual intervención de la Comisión Nacional de Valores sobre la sociedad de bolsa Santander Valores, con la excusa de una operación de contado con liquidación de una firma de Manuel Antelo, tuvo como propósito presionar al Banco de Santander para facilitar divisas a YPF. Habladurías. Lo cierto es que Massa dejó a Massa con los surtidores secos en plena campaña electoral. Un papelón para alguien que suele calibrar con precisión toda la maquinaria del Estado en pos de la búsqueda del voto.

La resolución de la encrucijada tuvo el sello típico del ministro. Cuando se aseguró que anteayer, martes, comenzaría a reponerse el suministro de naftas, lanzó un ultimátum a las grandes petroleras diciendo que “si el martes a la noche no resuelven el problema no exportan un barco más de crudo”. El que dejaba a los argentinos sin combustible ya no sería el Gobierno, es decir, Massa, sino los malditos productores de hidrocarburos que no proveían el producto para destilar. Existe una norma por la cual ninguna compañía puede vender petróleo fuera del país si las refinerías no tienen asegurado el stock que necesitan. Aun así, hubo una sospechosa presión de los sindicatos sobre las petroleras. Se supone que fueron estimulados por Massa. No hay mal que por bien no venga: el candidato debía negociar ayer el nuevo precio del crudo, que determina el precio de los combustibles. Utilizó la presión para esa transacción. Y, para hacer una demás, acusó a Milei: si él fuera gobierno el litro de nafta saldría mucho más caro.

Al igual que Macri, también el ministro de Economía tiene un método. Como el gitano de Juan de Mairena, el simpático filósofo inventado por Antonio Machado, Massa “te miente, pero no te engaña”.

Carlos Pagni

LA NACION

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