QUÉ TIENEN QUE VER FERNÁNDEZ Y WADO CON LAS LEYES DE MURPHY

Siempre encontrarán una manera peor de pelearse. Ahora, porque no hubo códigos para armar una foto con Lula.

Ricardo Roa

Del editor al lector

Se trata de las leyes de Murphy, las del ingeniero norteamericano Edward Murphy, a quien su asistente, en un experimento, le instaló a un chimpancé un montón de sensores, pero al revés.

Se dijo que entonces dijo algo así: “si hay una forma para equivocarse, él lo hará”. Después pasó a una serie de variantes y de añadidos. Pero, en síntesis, quedó: todo lo que puede salir mal saldrá mal y peor lo que sea peor. Si no le pasó esto al gobierno en los últimos días, pegó en el palo.

El orden de los hechos es aleatorio. Si es por antecedentes, hay un trío que tiene por comisión impulsar el teatral juicio político a la Corte. Los acusados pueden quedarse tranquilos: no ofrecen ninguna garantía de eficacia. Son el radical convertido en hipercristinista Leopoldo Moreau, que con el 2,34% ostenta un récord bien difícil de igualar: ser el candidato a presidente de la UCR menos votado de la historia. Otro es Eduardo Valdés, que, como todo el mundo recordará, lideró entusiastamente el fallido operativo Puf Puf para intentar sacarle de encima a su jefa Cristina al fiscal Stornelli. Y el tercero, el camporista y ex jefe de los servicios Rodolfo Tailhade, que cree que se resuelve todo con insultos. Propios y extraños ruegan que empiece ya un curso para contener la ira.

Todo el mundo, salvo el cada vez más abreviado Instituto Patria, sabe que este juicio a la Corte es show mediático y que el kirchnerismo tratará de estirar las representaciones lo que más pueda. Pero es tan variada la ensalada de metidas de pata oficialistas que hacer una lista por importancia sería meterse a equivocarse sin remedio. De pronto aparece el ministro Wado de Pedro hablando de códigos. Dice o manda a decir, que es lo mismo, que el presidente, formalmente su jefe, “no tiene códigos”. De Pedro debe estar como Murphy haciendo la lista de los suyos. Para empezar, una vez le renunció a Fernández por las redes, sin tener la gentileza de avisarle siquiera. Como diría Murphy: si hay una forma de renunciar, él no lo hará. Ahora hizo correr que se ofendió porque Fernández lo mantuvo alejado de Lula, omitiendo invitarlo a una foto con organismos de derechos humanos. De Pedro había estado el 30 de octubre en San Pablo, festejando en el búnker de Lula la victoria sobre Bolsonaro. Cree que ahí empezó a forjar una relación con el brasileño. Si había una posibilidad de probarlo, Fernández se la borró.

Fernández dice o manda decir por Tolosa Paz, que es otro lo mismo, que De Pedro debe contestar si se queda o se va. Tolosa es su candidata a vice. Otro Fernández, Aníbal, no se preguntó sino que desafió: “desde cuando el presidente debe darle explicaciones a De Pedro”. ¿Y De Pedro? Dijo o mandó decir, que también es otro lo mismo, que sigue pensando igual de mal de Fernández pero que igual se queda. Si La Cámpora tiene una estrategia, es mantener sus cajas hasta el último día: YPF, Aerolíneas, ANSES, Pami, la Hidrovía. La lista sigue. Es lo que sostiene su estructura.

Fernández sigue sin animarse a romper. Es parte de la insensatez que empezó cuando Cristina lo puso de presidente y ella se puso de vice para controlarlo. Wado se retoba con aval de Cristina. El cachivache de un ministro que cuestiona al presidente y sigue como si nada no desentona con el de la Celac. Lo que quedó: Fernández perdió la presidencia en manos del comandante Ralph, chavista y hace 22 años primer ministro de San Vicente y las Granadinas, una isla-estado de la Mancomunidad de Naciones. Ralph adhiere al castrismo pero jura fidelidad al rey Carlos III. Es fácil ser marxista en el Caribe.

También quedó eso de hermano menor que Massa le estampó al Uruguay. ¿Hermano menor? Según datos del FMI, nuestro producto bruto per cápita es de unos 9.000 dólares y el uruguayo, de 14.000. Y ni hablemos de pobreza. Queda claro: Massa es abogado, no economista. Pero como abogado debería fijarse un poco en la institucionalidad uruguaya.

Cristina también se quedó sin foto con Lula. Quiso que fuera al pie, esto es, al Senado y Lula, que no está para ingenuidades, se negó haciéndole un guiño a Fernández. Se fue a Uruguay, a lo de Mujica, no a una oficina sino a la chacra y para foto eligieron sentarse en el famoso Fusca, el Wolkswagen veterano del veterano uruguayo. Y por si no se entendió el mensaje, nos ninguneó feo: dijo que el mejor asado del mundo es uruguayo.

Y como éramos pocos para comprobar la vigencia de las leyes de Murphy, reapareció el Papa, que se activa con las campañas electorales y de repente se acordó de la inflación argentina. Antes de que Macri desalojara al kirchnerismo, ¿cuál era su eslogan?: cuidemos a Cristina. No se sabe si el nuevo eslogan de pegarle a Fernández y a Massa por inflación y pobreza es para volver a cuidar a Cristina, a la que le tendió buenas manos impulsando la ya declinante teoría del lawfare que el kirchnerismo procura reencender contra la Corte.

Como fuere, Murphy no podía fallar. El Papa se puso hablar de 1955. Fernández lo copió y habló más que del Perón de entonces, de los que lo siguieron, militares y liberales. Hay que tener ganas para hablar de cosas que pasaron hace sesenta o setenta años. Para qué irse tan atrás si el la inflación y la pobreza son de ahora y la historia, historia.

El problema es que pensando que la inflación está en la cabeza de la gente y no en la gestión del gobierno, pasa que después de hacer marketing con decimales, que son en contra y encima lo usan a favor cuando son en contra, otra vez el índice de enero amenaza venir fulero.

Y en medio de tantos líos, el jefe de los ministros, Manzur, ¿dónde estaba? Estaba volviendo de Tucumán, donde se postula vice gobernador, para dedicarse acá a una actividad estratégica: un convenio para digitalizar el Registro Civil de su provincia. Obviamente, con fondos nacionales. Si este gobierno no existiera, Murphy podría inventarlo. Colofón: el Central perdió otros US$ 211 millones de reservas y florece el dólar posrecompra de deuda, que finalizó la semana $386, nada ajeno a estas cuestiones. No le va nada mal a este gordito. El del billete verde que le dicen blue.

 

Fuente: Clarin

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