EL EMBATE CONTRA EL PELÍFERO Y EL GIRO LINGÜÍSTICO DE LA POLÍTICA

Cristina lo subió al ring a Milei y el libertario aprovechó la invitación. Adversarios vociferantes y el espacio para moderados en la política del diálogo.

Ideas al paso

No se usa ya en general ni figura en el diccionario de la RAE, pero el término “pelífero”, existe como arcaísmo en la codificación de la disciplina veterinaria. Denota a los mamíferos que tienen pelo. Resurrecto, ahora “pelífero” alude a Javier Milei, y “calvo” a Domingo Cavallo. Las caracterizaciones relativas a las variaciones de las pilosidades de la política renovaron las taxonomías ideológicas que brotaron enfáticas de la verba imaginativa de Cristina Fernández. A la vez distinguió en sus discriminaciones aviares a los halcones, a las palomas y a ella misma; pingüina.

Hay un giro lingüístico que CFK viene incubando desde hace tiempo: “No se hagan los rulos…” y otras expresiones de cuño propio, que convivió un tiempo con el lenguaje inclusivo, hoy en aparente decadencia, menguado ya por la inconsistencia de la gramatología que no pudo encuadrar aquella apoteosis de la “e” según reglas lógicas y no arbitrarias.

El giro lingüístico según las ciencias sociales y la semiología en particular implica un viraje de nuestras concepciones del mundo. Hay una mutación de las categorías discursivas vigentes.

A la vez, el “pelífero” de ojos claros, también enuncia palabras mágicas: “Plan Motosierra” se destaca, aunque restan algunas dudas sobre lo que realmente significa y los caminos que eventualmente se elegirían para implementarlo y para sobrellevar las presumibles consecuencias que con certidumbre propagarían nafta sobre la protesta social. Sobresale como slogan en su diccionario iracundo el grito de guerra concluyente: “Viva la libertad carajo”.

Otra vez, adviene un hiato entre lo expresado en ese axioma y lo que significan esas palabras en términos concretos.

¿Viva la libertad de quién? ¿De los receptores de ese “ajustazo” a garrotazos que se propone?

El líder libertario apuntó contra el discurso de la vicepresidenta.

Quizás los gritos rieguen con espuma rabiosa un sembradío de nuevos modelos filológicos.

Más que hablar se trata de rugir. CFK abrió camino en esas sendas de Tweets y gritos. Y lanzó sus puñetazos semánticos: “Esos mamarrachos que andan diciendo que la casta tiene miedo, ¿de qué tiene miedo? Si nunca te pasó nada, hermano. ¿Qué me venís a joder, de donde te tenemos miedo, caraduras?» No fue elegante, pero sí agresiva.

Milei se sintió envalentonado por la varita mágica que lo ungió como retador dilecto: «Se pronunció a favor del robo y en contra de los argentinos de bien», replicó.

Desplazado Macri del ring, un nuevo combate ya convoca audiencias y el “pelífero” boxea agradecido.

Pareciera que no hay política sin ring en Argentina y la tribuna de algún modo demanda esas virulencias acostumbrada más a las trifulcas, mas magnéticas que los diálogos.

La cólera popular parece condensarse en la atención que saben convocar los peleadores.

¿Y los moderados?

Quizás mientras las miradas se concentran en los adversarios vociferantes extáticos en sus mamporros fraseológicos, la política del diálogo avance más silente pero no por eso menos eficiente en términos electorales.

Pero habrá que ver.

Hoy por hoy el espectáculo mayor lo ofrece la ferocidad oral.

En ese escenario ya hay un presidente enmudecido. Alberto Fernández asumió su destino fantasmal, aunque fantasma y todo expresó su voluntad crucial: que su vida sea representada por Robert de Niro.

¿Pero cuál sería el rostro y el talante de de Niro en esa utópica performance? Podría ser un papel análogo al de Vito Corleone joven, como en el Padrino II, o al bravío Jake La Motta en Toro Salvaje, o al solitario, enigmático y a la vez insomne profundo y trashumante conductor en Taxi Driver? No se observan prima facie sintonías entre esas personalidades tan complejas y duras y el presidente que es, pero que ya no es exactamente quien preside. No es fácil la mimesis actoral de un temperamento tan poderosamente anodino aunque la Fiesta de Olivos puede ser una escena clave para comprender su carácter y principios.

Como sea la política argentina por venir se inscribe en nuevos vocablos, que tienen una característica que uniría a los unos y los otros.

En general lo que se dice cobra veraz sentido cuando lo dicho se refiere a lo que acontece de manera tangible.

En lugar de esa configuración realista terminológica impera una Babel en donde lo dicho es inútil porque no resuelve nada, o porque no remite a nada de lo que ocupa y preocupa a las personas concretas.

Ese irrealismo camorrero convoca, pero no invoca caminos pavimentados hacia los problemas concretos, con el fin de encontrar salidas y modificaciones que urgen.

Es que lo urgente no tocó todavía las puertas ensimismadas de la babélica política de la confrontación inútil.

Miguel Wiñazki

Fuente: Clarin

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